«Sé que soy dueña de un débil y frágil cuerpo de mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un rey, más aún, de un rey de Inglaterra»

 

Isabel I de Inglaterra fue una de las monarcas más influyentes en la historia británica. Nacida en 1533, se convirtió en reina en 1558 y gobernó durante 44 años.

Bajo su reinado, Inglaterra experimentó una era de prosperidad y expansión, conocida como la Era Isabelina.

Isabel I se enfrentó a numerosos desafíos políticos y religiosos, incluyendo conflictos con España y la consolidación del protestantismo.

Su liderazgo astuto y firmeza le valieron el respeto y admiración de su pueblo. Su legado perdura como una de las reinas más emblemáticas y poderosas de la historia inglesa.

Sabías que… 

A la edad de dos años, después de que su madre, Ana Bolena, fuese ejecutada, fue considerada como ilegítima y su título de princesa fue revocado.

Isabel estaba resuelta a no casarse pese a las súplicas de la Cámara de los Comunes, que pedía a su reina que asegurase la supervivencia de la dinastía. Con la elocuencia que la ca­racterizó, convenció a la Cámara de que su compromiso era total con Inglaterra y de que todos los ingleses eran sus hijos. Un tiempo después, la Cámara volvió a insistir, pero Isabel resolvió la afrenta con un “no se hable más”. Y disolvió la Cámara durante cuatro años.

Con el paso de los años se acentuó una resistencia tenaz a envejecer, que se convirtió en una verda­dera obsesión. Tanto en la juventud como en la madurez, Isabel exageró su palidez de rostro virginal, se vistió con aparatosos y suntuosos vestidos que hacía acompañar de todas las pa­rafernalias de una auténtica reina (los guantes como símbolo de elegancia, el armiño como símbolo de pureza, la corona y el cetro como iconos monárquicos…) y alimentó de este modo su propio mito haciendo que poetas y pintores la ensalzasen como a una dio­sa inmortal.

Debido  a las dificultades económicas de los más humildes, el go­bierno de Isabel aprobó unos postu­lados muy progresistas para su época: las leyes de los Pobres, que promul­gaban que su cuidado era una responsabilidad de la comu­nidad a la que todo ciudadano debía contribuir. Asegurando unos mínimos de subsistencia para amplias capas de la sociedad, Isabel consiguió evitar que la pobreza fuera origen de disturbios. Es significativo que dos de las leyes siguieran vigentes hasta entrado el siglo XIX.

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La rivalidad

Todo imperio que se tercie tiene sus grandes enemigos. Fue un periodo de intensa rivalidad entre España y el imperio.

 

La era de su nombre

Isabel I forjó la historia no solo de Gran Bretaña sino del mundo.

Fuerte personalidad

Isabel fue dueña de su destino, nunca se dejó avasallar ni mandar. Ella hacía y deshacía los designios de la corona.

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